Los versos de la vieja profesora


El Sol nace siempre por Oriente.

-Abu Babel, ya está oscureciendo y tengo frío, ¿dónde pasaremos la noche?

-Tranquilo pequeño Abdul, iremos a la casa de una conocida mía. Antes, cuando estaba de paso por la ciudad, solía permitirme acompañarla y la misericordia de Allah iluminaba el corazón de tan bella señora haciendo que me obsequie con deliciosas comidas… ¿Tienes hambre, verdad?

-¡Sí…! ¡Me comería un elefante…! Si supiese lo que es…

- Pequeño Abdul… Mientras no comas monitos seguiremos siendo amigos! Recuerda esto, iremos a casa de la señora pero no le dirás nada de lo que tu y yo hablamos, ¿entiendes?

-De acuerdo Abu Babel, ¿Crees que ella también me obsequiará a mi con alguna delicia?

-¡Claro! Cuando las personas tienen un corazón generoso y un alma caritativa siempre están dispuestas a dar con una sonrisa en su rostro. Además eres un niño, ya verás lo generosa que ella es. Ahora vayamos, que es tarde y seguro que la encontraremos en plena labor.

-¿Es que la señora es costurera y trabaja de noche?

-No niñito mío, ella es una profesora jubilada y gusta de escribir maravillosos versos en la intimidad de su hogar. ¡Vamos pues! Y recuerda que no debes decir nada de nuestras conversaciones.

El pequeño Abdul y su querido amigo se encaminaron hasta la casa de la vieja profesora y llegaron a su puerta. Un tímido golpecito hizo que unos pasos se escucharan y luego que un rostro amable y retocado por el tiempo le recibiese con una sonrisa amplia…

-¡Pequeño monito! Cuánto tiempo hace que no vienes a visitarme… ¿Y este simpático muchachito te acompaña? Entren los dos y vayan al calor de la estufa; he cocinado mucha comida y me encantaría compartirla con ustedes.

-Muchas gracias señora.

-¿Cómo te llamas muchachito? tu rostro no me hes familiar.

-Me llamo Abdul y no soy de aquí, he seguido a Abu Babel y me mostró como llegar a su casa.

-Oh, así que se llama Abu Babel! Me parece justo, ya no le llamaré más monito. Pónganse cómodos que ya les serviré y tendremos tiempo de seguir charlando.

-Muchas gracias señora.

-Gracias a ti y a Abu Babel.

Así fue la velada, donde comieron los tres juntos y hablaron pocas palabras, ya que la vieja profesora estaba muy ensimismada en su labor y escribía sin parar. Luego de la cena la señora guió a pequeño Abdul, que tenía mucho sueño, hacía una habitación pequeña con una cama donde pudiera dormir. Ella regresó a su tarea intelectual donde la esperaba su cuaderno, la pluma y Abu Babel para hacerle compañía como antes, cuando en otros tiempos la visitaba y quedaba toda la noche escuchándola. Porque si bien la señora sabía que él era un monito, igualmente lo trataba como un semejante y le leía todos los hermosos versos que la inspiración le obligaba a escribir. Y Abu Babel, en secreto, los disfrutaba…

-¿Sabes amiguito mío? Hace unos días que estoy con unas ideas y creo que que hoy la he finalizado; no se si por esfuerzo mío o por la ventura de vuestra visita. En todo caso, y siendo tú uno de mis más ilustres oyentes, me permitiré leerte estas humildes líneas. Aquí van:

Alif-lam-ra. “Él es Quien ha hecho del sol claridad…” (1)

Las dos hermanas
¡Qué sorberbia que eres Occidente!
juzgas todo de acuerdo a tu óptica limitada,
te autoproclamas la reina de las civilizaciones
pero hueles a pólvora, miedo y calle mojada.

Yo soy desierto, selva y praderas
y todas están pobladas.
Guardo oasis para mis fieles sedientos
que beben mis maravillas atesoradas.

Dime tú qué es lo que eres,
reina de hierro, ambición y cemento.
Tus gentes son las perdidas
en ese laberinto de árboles secos.

Y, sin embargo, pides para ti misma
tributos, honores y muchos impuestos.
Enseñas la usura a todos tus hijos
e intentas corromper a los nuestros.

Metrópolis repleta de edificios
que privan de la claridad del Sol.
En vez de cedros crecen semáforos
¿Es eso la civilización?

Y tu metodología para posicionarte
no dista de la que criticas,
mientras unos obran para mayorías
tu trabajas para una minoría.

Y esa mísera pequeñez
es la que mantiene al mundo en vilo:
provocando conflictos armados
y enfrentando a mis propios hijos.

Republicanos y demócratas
¿Acaso hay diferencia?
¿Mejoran la calidad de vida?
¿No siguen las mismas carencias?

Aduces que mi gente está equivoca
y vienes a restablecer el orden.
Invocando la Carta Magna
para legitimizar todos tus errores.

Tú soberbia no tiene límites
pero heróica expones tus ideas;
deberías cubrirte, ponerte un tapado
ya que tus maneras causan vergüenza.
Tú desnudez grita “libertad”
y dices que esa es la unica verdad;
se lo enseñas a tus mujeres
sin confesar que es una imposición social.
Y con esa verdad a medias
decides maltratar a las nuestras.
Te burlas de sus pañuelos,
de su educación y de su modestia.
Tu poder te ha enceguecido
y ya no me reconoces como tu hermana.
Mientras mis hijos traducían clásicos,
a ti nadie te pensaba.

Pero inventas historias de mis varones
que son asesinos por mandato de Dios.
Yo me pregunto sobre los tuyos:
¿Asesinan por diversión?
Recuerda hermana de Padre:
mi campo brindó intelectuales
que con la fuerza de la pluma
derrocaron a mil generales.
Y el más notable de ellos
fue el Sello de los Profetas
llevando un Mensaje Divino
transformó primero La Meca.
Tan importante te crees querida
que no reparas en la historia precedente,
te olvidas de un hecho muy importante:
el Sol nace por Oriente.

Abu Babel, sin que la vieja profesora lo sepa, escuchó deleitado cada una de esas palabras. Sí bien él apreciaba más los poemas sobre el amor y la unión, no podía dejar de admirar las grandes verdades que contenían esos versos. Sin ninguna duda esta iba a ser una gran obra: un hikam escrito en prosa moderna y real.

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