En defensa propia





21 de septiembre de 2004. Jokin, un guipuzcoano de 14 años, se lanzó al vacío desde un puente después de un año de acoso, burlas y palizas por parte de sus compañeros de clase, que le habían convertido en el blanco perfecto de las mofas desde que, debido a una gastroenteritis y por estar los cuartos de baño cerrados, se hiciera sus necesidades encima. Se quitó la vida. Un final trágico que podía haberse repetido en la historia de Casey Heynes, un niño australiano acosado desde primaria que pensó en el suicidio, sí, pero acabó cogiendo el toro por los cuernos -o al acosador por las piernas- y plantó cara a quien le amedrentaba. Se defendió
Es gordito y desde primer curso ha sufrido las burlas -“adelgaza”, “bola”, “pelota”...- y las malas pasadas -“un día me pusieron cinta adhesiva en los ojos, me tiraron al suelo y después me ataron con cinta adhesiva a un poste”- de sus compañeros de colegio.
En secundaria, cuando parecía que las cosas podían cambiar y había conseguido hacer ocho amigos, otro chico comenzó a meterse con él y volvió el infierno de siempre. “Mis amigos me abandonaron. Me quedé solo. No tenía a nadie. No había nadie que me apoyara”.
El australiano Casey Heynes -estudiante de 15 años en el Chifley College- estaba acostumbrado a las burlas y sabía que era un blanco fácil porque, a pesar de su corpulencia, no devolvía los golpes. Lo dejaba pasar; cada vez más y con cada vez mayor sensación de humillación y vergüenza.
“Un buen día en el colegio es aquel en el que no me insultan ni me pegan, pero no ocurre muy a menudo”.
La situación le quedó tan grande que pensó en el suicidio. “Me deprimí, las cosas eran cada vez peores y todo se me hizo muy duro”. Pero allí estaba su hermana mayor, Tiana, que se preocupaba de que llegara bien al colegio y, al final del día, le preguntaba cómo habían ido las cosas. En casa Casey tenía un hogar feliz. Un lugar donde descansar.
Aquel lunes buscaba una mesa para comer cuando un grupo de acosadores se acercó a él cámara en mano (dispuestos a grabar las humillaciones que iban a infligir a Casey). Y entonces ocurrió. Son poco más de cuarenta segundos de grabación durante los cuales el espectador siente primero angustia, luego pena y, al final, cierto alivio mezclado con el horror que causa ver la violencia infantil.
Angustia porque el vídeo muestra a un niño obeso, cabizbajo y acobardado que, acorralado contra la pared, recibe un fuerte puñetazo de otro niño, más pequeño y menos corpulento que Casey, pero mucho más decidido y envalentonado. Después de ese primer puñetazo en plena cara llega otro, que Casey frena, y otros dos más directos a su cara y su estómago. Y aquí llega la pena. El espectador asiste a un espectáculo humillante, degradante, violento y desolador.
“Por fin se acabó”
Pero entonces, en cuestión de segundos, las cosas cambian y Casey, el niño que no se defendía, el niño que había pensado quitarse la vida abrumado por las burlas, el niño que se ha pasado 12 años yendo al colegio con angustia y que camina solo por los pasillos de clase... Casey se defiende. Haciendo uso de su corpulencia arremete contra su agresor, lo levanta por los aires y lo lanza contra el suelo. Después se aleja -cuerpo y mente todavía alerta- y, cuando ve que nadie tiene intención de seguir peleando con él, se marcha. El agresor, un joven de 12 años llamado Ritchard Gale, se levanta cojeando, con una rodilla malherida y se aleja del gordito al que había ido a molestar.
El vídeo se colgó en la página web Youtube y se convirtió en un fenómeno australiano (un año y dos meses después el suceso ya es fenómeno mundial y ha llegado hasta España) de la lucha contra el acoso escolar o bullying. Casey pasó de ser un niño anónimo y humillado a un personaje perseguido por la televisión -su historia salió en el programa ACA del canal australiano-, querido por los jóvenes -se creó en la red social Facebook una página con su nombre que va por los 230.000 seguidores, y sumando- y apoyado por todos aquellos que vivieron unos años de colegio marcados por la angustia, el miedo y la vergüenza. Es el héroe de los niños que fueron acosados.
Durante la primera de las muchas entrevistas que desde entonces ha concedido Casey explicó que después de recibir aquellos puñetazos no aguantó más. “Lo tiré contra el suelo en defensa propia. Fue un impulso... Realmente no estaba pensándolo. Solamente dije: por fin, se acabó”.
Sabe que lo que hizo no está bien -el golpe que el joven Gale se dio contra el suelo podía haberle ocasionado daños muy graves-, pero dice que no se arrepiente, porque consiguió poner fin a un martirio que duraba demasiado. “Fue en defensa propia”, recuerda. Y cuenta que, desde entonces, nadie más ha vuelto a molestarle.
Su padre, que no sabía hasta qué punto su hijo sufría en el colegio, se confiesa un hombre de paz -“no apruebo la violencia en ningún caso”-, pero explica que, al ver aquel vídeo y ver lo que su hijo había estado soportando durante años y años, una lágrima corrió por su rostro y pensó que Casey había hecho lo correcto porque se había defendido de quienes le atacaban.

Su hermana, más explícita, reconoce que, cuando vio la reacción de Casey, solo pudo decirle: “¡Choca esos cinco!”.
Apodado ‘Zanguief’ por el luchador ruso del videojuego Street Fighter, Casey ha visto cómo el vídeo de su actuación ha dado la vuelta al mundo y cómo con su cara se han hecho fotomontajes -hasta lo han comparado con superhéroes como el increíble Hulk o Batman-.
-¿Eres un superhéroe?, le preguntó el presentador de ACA.
-No, no lo soy, dijo un risueño Casey, convencido de que el masivo apoyo que ha recibido a través de las redes sociales se debe a que hay mucha gente que, a lo largo de su vida, se ha sentido acosada o molestada.
Uno de ellos, por ejemplo, fue el cantante e ídolo de jovencitas Justin Bieber. Tras ver el vídeo de Casey, se puso en contacto con él y lo invitó a uno de sus conciertos.
-También se reían de mí en el colegio -explicó a Casey-, a mí me gustaba cantar y se reían de mí. Solo tenía dos amigos.
-¿Dos? Yo solo tengo uno.
Después de una breve charla en el backstage, Bieber sacó al escenario a Casey y juntos proclamaron un mensaje para acabar con la violencia en las aulas, para no intimidar al débil y para que los acosados, tantos niños y tan callados, supieran que no están solos.
A su alrededor, además de los mensajes de apoyo y las versiones casi humorísticas del vídeo de su pelea, ha habido una legión de expertos opinando sobre la violencia en las aulas. ¿Por qué los profesores no hacen lo posible por evitarla?, ¿es Casey otro abusador al emplear la violencia para defenderse?, ¿es lógico que un vídeo que, al fin y al cabo, muestra una violenta pelea se convierta en icono de la libertad?... Muchas preguntas que el colegio de Casey ha tratado de responder asegurando que las más de sesenta denuncias que el niño puso ante los profesores por el acoso al que estaba siendo sometido se habían tenido en cuenta y que el chico recibía el apoyo de tutores personales y vigilancia extra en el colegio. ¿Cómo, entonces, era posible que las agresiones siguieran?
Ritchard, ‘the rat’.

Más preguntas: ¿por qué los niños no denuncian estas situaciones en sus casas? El padre de Casey, por ejemplo, no era consciente del tormento que vivía su hijo y ahora se pregunta cómo puede alguien soportar años y años de vejaciones e insultos. Pero la realidad es que los pequeños prefieren no decir nada en su casa -a veces por vergüenza y otras porque convertirse en un chivato es algo así como encender una antorcha para los acosadores- y deciden hacer frente a la situación ellos solos.
Aunque tanto Casey como Ritchard fueron expedientados por el colegio y expulsados temporalmente, la vuelta del primero a las aulas fue un camino de rosas. La gente ya no se mete con él y el pequeño Casey ha conseguido alcanzar algo de confianza en sí mismo.
Todo lo contrario que Ritchard, cuyos padres han aparecido también en televisión pidiendo clemencia para su hijo, al que, dicen, se ha demonizado. “Es un niño, y lo que hizo estuvo mal. Obtuvo su merecido, pero los insultos que está recibiendo en internet, hasta amenazas de muerte, le están sobrepasando”.
Y es que Ritchard, al fin y al cabo un niño de 12 años, asegura estar siendo víctima de una persecución insoportable -en internet ya es conocido como Ritchard, ‘the rat’ (la rata)- y traslada, además, una versión de los hechos muy diferente a la de Casey.
Ritchard explica que él mismo es un niño acosado, y que se metió con Casey porque él le había molestado antes -“pero eso no sale en el vídeo”-.
¿Verdad? El análisis del vídeo por un experto en defensa personal lo pone en duda. Asegura que el hecho de que alguien tan pequeño como Ritchard se atreva a enfrentarse a un chico que le dobla en tamaño indica que tiene el convencimiento de que no va a responder -“sabe que es una persona débil”- lo que hace presumir que Casey no había molestado antes a Ritchard.
Y más. La actitud de Casey tras lanzar a su agresor contra el suelo no es violenta, no sigue buscando pelea, sino que se mantiene alerta unos segundos para ver si le seguirán agrediendo y, cuando deduce que no, se da la vuelta y se va. “No busca pelea”.
Sea como sea, el resultado final de ese encontronazo no fue demasiado grave para Ritchard -solo usó muletas durante un tiempo- y fue trascendental en la vida de Casey. El “castigador de acosadores”, como lo llaman en internet, puso punto y final a un martirio que había hecho que un chico de 15 años pensara en acabar con su vida por algo tan común, inofensivo y poco importante como lucir unos kilos de más.
APOYO: “Me odian, y yo también me odio”
Casey Heynes no está solo. Como tampoco lo estaban Jokin, ni Erika -dos años soportando burlas sobre su aspecto-, ni Sandra -anorexia nerviosa por las burlas de sus amigas-, ni Marcos -un niño inmigrante que recibe palizas de sus compañeros desde hace un año-, ni Lucas -un chico con sobrepeso al que dejaron desnudo en el lavabo del colegio-... La lista la elaboró Nora Rodríguez, autora del libro Guerra en las aulas, para ilustrar lo habitual del maltrato entre escolares. El mismo que denunció un joven americano, Jonah Mowry, en un vídeo de Youtube que, como el de Casey, se convirtió en un fenómeno mundial. Con más de nueve millones de visitas y cientos de miles de mensajes de apoyo, el vídeo de Mowry describe la realidad de un niño que, desde segundo grado, se ha autolesionado por la situación que vivía en el colegio. “Mañana empiezo octavo grado y no estoy preparado. He sufrido acoso desde primero. La gente me odia y yo me odio también. Me llaman gay, maricón, homo... y la lista continúa”. Para muchos jóvenes internet es un refugio, pero el colegio sigue siendo un infierno.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Bailando bajo la lluvia.Cuento sobre la actitud resiliente

Monólogo campesino

Una vez más, a golpe de vida