Los Tuaregs

Me gustaría empezar con una pregunta, por puro capricho. ¿A nadie le ha pasado alguna vez que ha soñado con ir a otros lugares? Perdón, pregunta boluda, es obvio que todos lo hemos querido. Es muy probable que si pregunto a donde, me van a decir, muy probablemente, EE.UU. o Europa. ¡La Torre Eiffel! ¡La Sagrada Familia!¡ La Estatua de la Libertad! ¡¡Un McDonalds cada cinco metros!! No se discute que el primer mundo tiene mucho para ofrecer.

¿Pero te sentaste alguna a vez a pensar en, por ejemplo, las tribus del Amazonas? ¿O en los esquimales? ¿O en tantos otros pueblos y naciones que tienen tanto para ofrecer pero nuestra ignorancia no les da la oportunidad de dar? Pueblos que simplemente relegamos a un nivel de inferioridad, y que no se nos ocurriría visitar nunca en la vida. Que llamamos incultos y atrasados, que despreciamos porque son pobres, al menos en el sentido material de la palabra.

Por suerte, la mano no viene tan asi. Te invito a leer la entrevista que se le hizo a un joven estudiante de la Universidad de Montepellier, oriundo de una tribu nómade del norte de Africa - los
tuareg.





Su nombre es Moussa Ag Assarid



Tu Tienes el Reloj, yo Tengo el Tiempo
entrevista realizada por VÍCTOR-M. AMELA a: MOUSSA AG ASSARID,

- No sé mi edad: ¡nací en el desierto del Sahara, sin papeles! Nací en un campamento nómada tuareg entre Tombuctú y Gao, al norte de Mali. He sido pastor de los camellos, cabras, corderos y vacas de mi padre. Hoy estudio Gestión en la Universidad Montpellier. Estoy soltero. Defiendo a los pastores tuareg. Soy musulmán, sin fanatismo.

- ¡Qué turbante tan hermoso...!

- Es una fina tela de algodón: permite tapar la cara en el desierto cuando se levanta arena, y a la vez seguir viendo y respirando a su través.

- Es de un azul bellísimo...

- A los tuareg nos llamaban los hombres azules por esto: la tela destiñe algo y nuestra piel toma tintes azulados.

- ¿Cómo elaboran ese intenso azul añil?

- Con una planta llamada índigo, mezclada con otros pigmentos naturales. El azul, para los tuareg, es el color del mundo.

- ¿Por qué?

- Es el color dominante: el del cielo, el techo de nuestra casa.

- ¿Quiénes son los tuareg?

- Tuareg significa "abandonados", porque somos un viejo pueblo nómada del desierto, solitario, orgulloso: "Señores del Desierto", nos llaman. Nuestra etnia es la amazigh (bereber), y nuestro alfabeto, el tifinagh.

- ¿Cuántos son?

- Unos tres millones, y la mayoría todavía nómadas. Pero la población decrece..... "¡Hace falta que un pueblo desaparezca para que sepamos que existía!", denunciaba una vez un sabio: yo lucho por preservar este pueblo.

- ¿A qué se dedican?

- Pastoreamos rebaños de camellos, cabras, corderos, vacas y asnos en un reino de infinito y de silencio.

- ¿De verdad tan silencioso es el desierto?

- Si estás a solas en aquel silencio, oyes el latido de tu propio corazón. No hay mejor lugar para hallarse a uno mismo.

- ¿Qué recuerdos de su niñez en el desierto conserva con mayor nitidez?

- Me despierto con el sol. Ahí están las cabras de mi padre. Ellas nos dan leche y carne, nosotros las llevamos a donde hay agua y hierba... Así hizo mi bisabuelo, y mi abuelo, y mi padre... Y yo.. ¡No había otra cosa en el mundo más que eso, y yo era muy feliz en él!

- ¿Sí? No parece muy estimulante...

- Lo era, y mucho. A los siete años ya te dejan alejarte del campamento, para lo que te enseñan las cosas importantes: a olisquear el aire, escuchar, aguzar la vista, orientarte por el sol y las estrellas... Y a dejarte llevar por el camello, si te pierdes: te llevará a donde hay agua.

- Saber eso es valioso, sin duda.

- Allí todo es simple y profundo. Hay muy pocas cosas, ¡y cada una tiene enorme valor!

Acá se pone lindo.

- Entonces este mundo y aquél son muy diferentes, ¿no?

- Allí, cada pequeña cosa proporciona felicidad. Cada roce es valioso. ¡Sentimos una enorme alegría por el simple hecho de tocarnos, de estar juntos! Allí nadie sueña con llegar a ser, ¡porque cada uno ya es!

- ¿Qué es lo que más le chocó en su primer viaje a Europa?

- Vi correr a la gente por el aeropuerto.. . ¡En el desierto sólo se corre si viene una tormenta de arena! Me asusté, claro.

- Sólo iban a buscar las maletas, ja, ja...

- Sí, era eso. También vi carteles de chicas desnudas: ¿por qué esa falta de respeto hacia la mujer?, me pregunté... Después, en el hotel Ibis, vi el primer grifo de mi vida: vi correr el agua... y sentí ganas de llorar.

- Qué abundancia, qué derroche, ¿no?

- ¡Todos los días de mi vida habían consistido en buscar agua! Cuando veo las fuentes de adorno aquí y allá, aún sigo sintiendo dentro un dolor tan inmenso...

- ¿Tanto como eso?

- Sí. A principios de los 90 hubo una gran sequía, murieron los animales, caímos enfermos... Yo tendría unos doce años, y mi madre murió... ¡Ella lo era todo para mí! Me contaba historias y me enseñó a contarlas bien. Me enseñó a ser yo mismo.

- ¿Qué pasó con su familia?

- Convencí a mi padre de que me dejase ir a la escuela. Casi cada día yo caminaba quince kilómetros. Hasta que el maestro me dejó una cama para dormir, y una señora me daba de comer al pasar ante su casa. Entendí: mi madre estaba ayudándome.

- ¿De dónde salió esa pasión por la escuela?

- De que un par de años antes había pasado por el campamento el rally París-Dakar, y a una periodista se le cayó un libro de la mochila.. Lo recogí y se lo di. Me lo regaló y me habló de aquel libro: El Principito. Y yo me prometí que un día sería capaz de leerlo.

- Y lo logró.

- Sí. Y así fue como logré una beca para estudiar en Francia.

- ¡Un tuareg en la universidad...!

- Ah, lo que más añoro aquí es la leche de camella... Y el fuego de leña. Y caminar descalzo sobre la arena cálida. Y las estrellas: allí las miramos cada noche, y cada estrella es distinta de otra, como es distinta cada cabra... Aquí, por la noche, miran la tele.

- Sí... ¿Qué es lo que peor le parece de aquí?

- Tienen de todo, pero no les basta. Se quejan. ¡En Francia se pasan la vida quejándose! Se encadenan de por vida a un banco, y hay ansia de poseer, frenesí, prisa... En el desierto no hay atascos, ¿y sabe por qué? ¡Porque allí nadie quiere adelantar a nadie!

- Reláteme un momento de felicidad intensa en su lejano desierto.

- Es cada día, dos horas antes de la puesta del sol: baja el calor, y el frío no ha llegado, y hombres y animales regresan lentamente al campamento y sus perfiles se recortan en un cielo rosa, azul, rojo, amarillo, verde...

- Fascinante, desde luego.

- Es un momento mágico. Entramos todos en la tienda y hervimos té. Sentados, en silencio, escuchamos el hervor. La calma nos invade a todos: los latidos del corazón se acompasan al pot-pot del hervor...

- Qué paz...

- Aquí tenéis reloj, allí tenemos tiempo.

****

Un tipo que creció en medio de la nada, ordeñando camellos y pastoreando cabras, pudo sintetizar en leves palabras algunos de los grandes males de nuestra sociedad. Y si no, vuelvan y lean lo resaltado en verde. Admiren la simpleza con la que habla, el bajo perfil, la sinceridad. A simple vista un bárbaro, un bruto, un analfabeto, algunos dirían incluso un terrorista - por el solo hecho de ser árabe, que ignorancia - y sin embargo, que sabio, que inteligente.

¿Se imaginan si nos tiraran en medio del Sahara con estos "incivilizados"? ¿Que sería lo primero que extrañaríamos? ¿El perro, la familia, los amigos? Me atrevo a decir que la televisión. Y a los pocos minutos, el Internet. Y al rato un buen sillón, o una reposera. Y más tarde el agua corriente, la heladera. Y antes de empezar a añorar verdaderamente a nuestros seres queridos, nos estaríamos quejando por la falta de un sinfín de elementos que hemos incorporado como indispensables a nuestra vida cotidiana, pero que en realidad no necesitamos.

¿Que vida no? Y lo peor de todo es que estaríamos tan frustrados por esta carencia de productos que no seríamos capaces de aprender de esta gente. Haría falta una buena dosis de voluntad para entender como pueden vivir así. Y después de entender, necesitaríamos otra dosis (doble, me parece) para aceptarlo.

Ahora, ¿te lo imaginas al pibe este recién llegado del desierto más grande del mundo a Europa? De solo pensar en su confusión ya me da cosa. Imaginate el cambio. De ver un mar de arena desolado y sentir un viento re hijo de puta 24hs al día siete días a la semana, sin contar los cambios de temperatura y demás incomodidades, pasó a estar inmerso entre rascacielos que tapan la luz del sol, rodeado por millones de personas de una cultura diferente que van y vienen como hormigas sin saber ni quién era el - cuando había pasado toda su vida en una tribu tan diminuta que todos se conocían entre todos. ¿Como carajo hizo? Hay que tener huevos.

Me parece que me fui por las ramas Solo quería hacer notar que existe más de lo que nos vende este mundo occidental. Que hay cosas más importantes que todo lo material, cosas que se llevan dentro, ahí, en el corazón y en el cerebro, pero por sobre todo en el primero, que es el más importante. Cosas tan sublimes, tan básicas, tan obvias incluso, que no entiendo como nosotros, los civilizadísimos occidentales, con nuestra manía de mirar este "cuarto mundo" - por decirlo así - con el más aberrante desprecio o indiferencia, no logramos ver. Cosas que estos "brutos", "bárbaros", "cavernícolas" y demás adjetivos despreciables que se les antoje conocen y tienen presente como el abecedario, y viven a partir de ellas.

Sencillamente admirable. No nos olvidemos que ellos no destruyen el planeta para sobrevivir, ni declaran guerras por pura avaricia, ni se resignan a vivir en una sociedad que celebra las posesiones y las apariencias. No tienen sistema de cañerías, ni TV satelital, ni zapatillas Nike o Adidas, ni se visten a la moda, pero tienen algo que este mundo "civilizado" - o gran parte de él - parece haber olvidado. Como encontrar la belleza - y la satisfacción - en lo sencillo. Como la templanza. O la humildad. El agradecimiento. La paciencia. La unidad. En fin, valores. Añadan los que gusten.

¿Incivilizados, ellos? Pensá de nuevo.
****

Los tuareg o imuhagh son un pueblo bereber o amazic en el desierto del Sáhara, cuando se desplazan cubren las necesidades de los animales y las suyas propias en el camino, puesto que viven en unidades familiares extensas las cuales van siguiendo a los grandes rebaños a su cargo. Tienen su propia escritura, el tifinagh.

Se les supone principalmente descendientes de los antiguos garamantes que en la Antigüedad habitaban el Fezzán. Limitaban al norte con los mauritanos, al oeste con los getulos y al este quizás ya con los ancestros de los tubus. Durante la Edad Media sus linajes se vincularon con los de los sanhaya y de los zenatas.
En la antigüedad, se dedicaban a saquear pueblos, controlando además las rutas del desierto. En el siglo XII, las invasiones árabes e hilalianas les obligaron a adoptar un estilo de vida nómada. A lo largo de los siglos han adoptado algunas ideas del Islam, en la medida de que esto no se contrapusiera con sus propias creencias, manteniendo intactos su sistema de justicia y sus leyes.
La población estimada de personas que hablan lenguas bereberes es de 12 millones, de los cuales 1,2 millones (el 10%) se consideran tuareg.





Área habitada por los tuareg
 
El targuí o tuareg, como lo dice su nombre es una lengua bereber hablada por los tuareg. Es hablado en muchas partes de Malí, Níger, Algeria, Libia, Burkina Faso y unos pocos hablantes, los kinnin en Chad.
El tuareg es bastante mutuamente inteligible con otras lenguas bereberes, por lo que son comúnmente consideradas como una sola lengua. Se distinguen mayormente por unos pocos cambios de sonido, por ejemplo, la pronunciación de z y h. El tuareg conserva dos vocales cortas donde las lenguas bereberes del norte tienen una o ninguna, así mismo el tuareg posee mucho menos influencia del árabe en su léxico. Las lenguas bereberes son escritas usualmente con el alfabeto tifinagh, sin embargo, el alfabeto árabe predomina en algunas zonas, mientras que el alfabeto latino es oficial en Mali y Níger.



Alfabeto tifinagh
 
 
Taringa

Comentarios

Entradas populares de este blog

Bailando bajo la lluvia.Cuento sobre la actitud resiliente

Monólogo campesino

Una vez más, a golpe de vida