Sanar un Corazón Roto — Existe una razón



Había una vez un joven que proclamó tener el más hermoso e intachable corazón. Un viejo le desafió. La multitud miró al corazón del anciano. El corazón le latía fuertemente, pero estaba lleno de cicatrices. Algunas partes le habían sido retiradas y otras le habían sido puestas, pero no quedaban del todo bien. El anciano miró al joven: “Nunca cambiaría mi corazón por el tuyo”. Cada cicatriz representa una persona a la que le he dado mi amor. Me he sacado un pedazo y se lo he entregado a ellos. A veces me daban una pieza de su roto corazón, la cual añadía al mío. Cuando la persona no correspondía a mi amor, quedaba un doloroso agujero. Esos agujeros permanecen abiertos, recordándome que yo amé a esas personas. Es posible que algún día ellos regresen y llenen ese espacio”.

Nadie escogería tener un corazón roto. La agonía y el tiempo de restauración son insoportables. Sin embargo, hay alguien que tiene un corazón intachable y ha elegido tenerlo roto. Médicamente, cuando un corazón se rompe, brota agua de él (Juan 19:33-34). De todas las formas posibles, Jesús experimentó un corazón roto. Él entiende la traición, la tentación y la pérdida (Isaías 53:3; Lucas 22:33-34; Mateo 14:10-13). Él es nuestro consolador, consejero y compañero, que llena los espacios vacíos de nuestro corazón

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