POESIA SAHARAUI


A LA DERIVA

(Elegía a Bachir Mohamed Ali. 1987-2003)


Me abandonó la vida
cuando dejó de alumbrarla
tu risa.
El brillo cautivador de tus palabras.
Las azules palomas de tus manos.
El encanto de tus cansinos pasos.
Tu encendida rebeldía.
Tu amor por la justicia.
Tu generosidad sin medida:
tú el más hermoso amanecer
en mi vida.

Se me fue la vida
y la alegría de vivirla
y solitario y solo,
solo, solo y solo.
Cien mil veces solo
me hallo,...
si me hallo...
No hay presencia
que me haga compañía.
No hay palabras
que me alivien
y solo soy fuerte
si te lloro
y solo existo
si te pienso.
Inexistente, roto, roto
-no derrotado-
vivo, sólo, porque tú
no quieres verme muerto.

Ya no estoy en este mundo
ya no estoy en este antifaz.
En esta guarida de infancia.
En este asfalto de injusticia
donde las tardes engullen niños.

Y solo...
Solo, solo y solo.
Cien mil asesinas
soledades me habitan.
Dagas, gumías, puñales,
cuchillos, navajas, sables,
enloquecidos y hambrientos alfanjes
me horadan
y solo me ampara
el dolor y sus ancestros.

Silenciado tú -frondoso árbol
de ternura y esperanza-,
taladrada tengo el alma,
bañado en hiel el pasado,
naufragado el porvenir
y entre embravecidas aguas del presente
y a la deriva...
me aferro a lo que fuiste
hijo mío.

Y maldigo el día que no lo inaugure
tu imagen.
Y maldigo la noche que no lo arrulle
tu recuerdo.
Y sólo viviré porque tú
no quieres verme muerto.
Y viviré -mientras me duren los siglos-
en el corazón de tus palomas
y en el relincho de tus musas;
amaneciendo atardeceres,
alentando vientos contra silencios
y contra atropellos rebeldías.
En tu memoria, en tu recuerdo:
Tú el más hermoso amanecer
de mi vida.
Tú Bachir, hijo mío.

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