Poema sufí


Me gusta, en las mañanas claras,subirme a los abismos; y, con paso lento,descender hasta las montañas. Tocar lo que no se ve; ver lo que no se toca. Sentir un respiro dentro, un respiro ajeno a mi respirar. Permanecer callada esperando que la sombra cubra mi estancia; aquella sombra se torna forma y me lleva hacia la luz.
Luz que no ciega, oscuridad que no empaña la vista. Al sentir que todo va al revés, todo entonces tiene un sentido.
Y mi miedo pasa, mi voz se acalla trayendo en su lugar palabras nuevas, sonidos que parecen ríos, que parecen mantos de semi penumbra. Y me quedo quieta, escuchando, sin saber dónde estoy, ni querer saberlo.
A veces, en las noches oscuras, veo el clarear de una estrella, y entonces recuerdo que el abismo está arriba, y la montaña, abajo.Mi espejo se torna mi yo y Tú lo vas sosteniendo, entre lienzos de cristal, para que nada lo empañe, sinó Tu mano, la que recoje en uno abismos y montañas, la que ciertamente recoge en un símbolo todas las palabras, todas las noches y los días que vivíy que ya no vivo.
Si pensar es existir, a veces, pienso que nunca existí o que morir es darme la vida. Pero es entonces cuando quizás es cuando realmente existo. En los brazos de lo ajeno, olvidándome de mi alma, permanezco viva, pues ya no me acuerdo de mí.Y sólo te veo a Tí.

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