Don abundio
Asciende el nuevo día al Cerro de las Animas y con sus ojos claros pone luz en el valle. Las cosas se arrellanan en la noche que se va; se despereza el mundo; el ruido de la vida sube al aire.
Abro el recio portón de la casona. Me abraza el viento de la madrugada y me hace tiritar junto con él. Veo al hombre que pasa envuelto en su cobija.
- Hace frío, don Abundio -le digo.
- Este frío no es nada -me responde-. Malo el de adentro.
El frío de adentro... ¿Qué frío será ese? Don Abundio es anciano y vive solo. ¿Habla del frío que pone en la carne y los huesos la vejez? ¿Habla del frío que lleva en el alma el que se siente solo?
Quién sabe... Yo espero tener buena leña de recuerdos y fuego de renovado amor para no sentir ese frío del cuerpo, ni el frío peor del alma.
Mario Pablo Vázquez .
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