Cuento blanco
-Soy más blanca que nadie- dijo la luna, asomada su redonda cara detrás del horizonte y envolviendo con su luz la superficie de las naves e iluminando las montañas,-¿Hay quien se atreva a compararse conmigo, en blancura y en pureza?-
¡Nosotras!-contestaron las olas, encrespándose y poniéndose blancas de furia.
-Y nosotras-
Repusieron con su voz de fragancia los azahares, que parecían pequeños luceros.
-Somos más blancos que la luna-
Los luceros jazmines y los lirios abrieron sus carolas y mostraron los pétalos blancos y sedosos. Las plumas de los cisnes se extendieron en la superficie del lago, la nieve cayó en albos copos.
Todas, todas las cosas blancas mostraron a la luna su pureza; pero ella, con su cara placentera, seguía riendo a carcajadas.
- Deja que yo me vaya- decía y veréis como toda blancura queda reducida a la mitad.
Y en efecto, apenas se ocultó haciendo una mueca de despedida, todo quedó sin brillo, casi negro, como si un monto de crespón hubiera caído sobre la tierra... Las olas gritaban con más furia, pero apenas se les veía revolverse airadas en su inmensa cuna de rocas.
Los jazmines y los lirios se inclinaron sobre sus tallos marchitos y avergonzados y los copos de nieve se deshicieron en lágrimas, fueron rodando a juntarse con la linfa del río, que sollozaba tristemente en su oscuro lecho pedregoso.
-Ya lo veis- decía la luna, escondida detrás de la montaña, como no hay quien se atreva a competir conmigo en blancura y en pureza.
-¡Yo!-dijo una voz desde la choza de un sencillo labrador que habitaba allí con su mujer y sus hijos.
- Soy más blanca que los lirios, más que los copos de nieve y los rayos de la luna-...
-¿Y quién eres tú? - le preguntó esta, sorprendida ante su blancura incomparable.-
-Soy la conciencia de un hombre honrado- Le contestó una voz.
Autor desconocido
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