Toma, lee y conviértete
Partiendo de la Biblia, único y suficiente volumen literario para alcanzar y conocer la fe cristiana, presentamos otros nueve libros para convertirse al catolicismo o para convertir a nuestros seres queridos.
En Cartas del diablo a su sobrino, obra cumbre del converso C. S. Lewis, encontramos un punto de partida perfecto para quien no tiene la menor intención de convertirse, pero siente la curiosidad de conocerse. ¿Por qué obramos mal? ¿Por qué huimos de las cosas que el Espíritu Santo pone en nuestro corazón? ¿Por qué aprendemos a correr en la dirección contraria a la verdad, apoyándonos no tanto en grandes razonamientos filosóficos, sino en lo más estúpido que nos rodea?
Esa es la clase de respuestas que ofrece Lewis en esta novela, compuesta de cerca de una treintena de cartas escritas por un diablo viejo y malvado llamado Escrutopo, a su sobrino Orugario, un demonio inexperto y, a veces, inocente. Agrada especialmente el tono satírico de toda la obra, con el que Lewis logra tratar las grandes cuestiones de la apologética cristiana de forma amena y divertida.
Concluye el anciano diabloBuen ejemplo de la tónica de esta obra se muestra en su primer capítulo, en el que el diablo anciano enseña al joven a tentar a su “paciente” -su víctima- de forma más sutil y eficaz, alejándole de los grandes razonamientos anticristianos y llevándole al terreno de lo más inmediato y tangible. “El mero hecho de razonar despeja la mente del paciente”, escribe Escrutopo en la primera carta, “y, una vez despierta su razón, ¿quién puede prever el resultado?”. “No intentes utilizar la ciencia como defensa contra el cristianismo”, añade, “porque, con toda seguridad, le incitarán a pensar en realidades que no puede tocar ni ver”. “Acuérdate de que estás ahí para embarullarle”, concluye el diablo anciano, “por cómo habláis algunos demonios jóvenes, cualquiera creería que nuestro trabajo consiste en enseñar”.
Concluye el anciano diabloBuen ejemplo de la tónica de esta obra se muestra en su primer capítulo, en el que el diablo anciano enseña al joven a tentar a su “paciente” -su víctima- de forma más sutil y eficaz, alejándole de los grandes razonamientos anticristianos y llevándole al terreno de lo más inmediato y tangible. “El mero hecho de razonar despeja la mente del paciente”, escribe Escrutopo en la primera carta, “y, una vez despierta su razón, ¿quién puede prever el resultado?”. “No intentes utilizar la ciencia como defensa contra el cristianismo”, añade, “porque, con toda seguridad, le incitarán a pensar en realidades que no puede tocar ni ver”. “Acuérdate de que estás ahí para embarullarle”, concluye el diablo anciano, “por cómo habláis algunos demonios jóvenes, cualquiera creería que nuestro trabajo consiste en enseñar”.
Al sacerdote y escritor José Pedro Manglano se le conoce especialmente por la colección de pequeños libros prácticos de espiritualidad -los manglanitos- que acompañan al lector que desea hacer oración mental en diferentes momentos del año. También ha editado con éxito La misa antes, durante y después, con el que cientos de jóvenes han aprendido a ver “la misa en tres dimensiones” de una forma práctica y cercana.
Precisamente en ese estilo que llega con facilidad al corazón del lector, Manglano escribió Vivir con sentido, un libro que plantea con asombrosa naturalidad la gran cuestión del sentido de la vida. Es una obra de largo recorrido, especialmente recomendada para adolescentes, porque comprende las dudas del corazón del lector en sus primeras páginas, y posteriormente lo lleva en volandas en busca del sentido de la existencia humana. Por suerte, no es uno de tantos manuales que adoctrinan al lector sobre lo que debe pensar, sino que acompaña al lector en su propio diálogo interior, que casi sin quererlo, hacia el ocaso del libro, se convertirá en un diálogo con Dios.
La salvaje lejanía de DiosSi hemos de buscar conversiones que hayan cambiado el curso de la Iglesia -en una mirada hacia los clásicos de la literatura católica-, y que hayan llevado a miles de almas hacia Dios, resulta obligado detenerse en san Agustín. Probablemente ningún santo haya logrado relatar con tanta precisión y fuerza el proceso de conversión de su propia alma, como san Agustín en las Confesiones.
La salvaje lejanía de DiosSi hemos de buscar conversiones que hayan cambiado el curso de la Iglesia -en una mirada hacia los clásicos de la literatura católica-, y que hayan llevado a miles de almas hacia Dios, resulta obligado detenerse en san Agustín. Probablemente ningún santo haya logrado relatar con tanta precisión y fuerza el proceso de conversión de su propia alma, como san Agustín en las Confesiones.
El gran doctor de la Iglesia escribió entre los años 397 y 398 los trece libros autobiográficos que completan esta obra, que transita desde su niñez y juventud, alejada de Dios, hasta su conversión y sus primeras experiencias en la fe. Una autobiografía atípica, escrita a los 45 años, aunque el santo vivió hasta los 76, que encierra en cambio el valor de la sinceridad, de la transparencia y el descaro de la juventud de un alma que vuelve a Dios -tras los años de oración de su madre, santa Mónica- después de haber conocido la más salvaje y pecadora lejanía de Dios.
Para un católico de nuestro tiempo, resulta imprescindible la lectura de gran parte de las obras de G. K. Chesterton. Más aún, para quien quiera enfrentarse a las grandes cuestiones de la existencia, o conocer a fondo las razones del catolicismo, de una forma sencilla, plagada de humor inteligente, Chesterton es una fuente inagotable de satisfacciones, y de razones para viajar hacia Dios.
De toda su bibliografía destacamos el gran compendio de artículos que explican su viaje hacia el catolicismo, el libro Por qué soy católico. “La dificultad de explicar por qué soy católico”, escribiría el autor inglés, “radica en el hecho de que existen diez mil razones para ello, aunque todas acaban resumiéndose en una sola: que la religión católica es verdadera”. En sus páginas relata su conversión, sus dudas y experiencias, y su llegada a la Iglesia Católica el 30 de julio de 1922. “Hace ya mucho que la Iglesia Católica probó no ser ella una invención de su tiempo”, escribe Chesterton, “es la obra de su Creador, y sigue siendo capaz de vivir lo mismo en su vejez que en su primera juventud: y sus enemigos, en lo más profundo de sus almas, han perdido ya la esperanza de verla morir algún día”.
En la Pascua de 1986, el teólogo y ministro de la Iglesia Presbiteriana Scott Hahn se convirtió al catolicismo, tras un largo proceso personal, pero también intelectual, doctrinal y teológico. No es la de Hahn una conversión al uso, un encuentro frente a frente con Dios, sino un camino excepcional que se inicia cuando tanto él como su esposa Kimberly concluyen que los métodos contraceptivos que utilizaban desde hace años son contrarios a la ley de Dios, como señala el catolicismo.
Todo el proceso -también la conversión de su esposa, que se produce años después- queda reflejado en su libro Roma, dulce hogar, que muestra a un matrimonio inteligente, tozudamente comprometido con la búsqueda de la verdad, y abierto -cada vez más, en la medida en que alcanzan el catolicismo- al bien de la sociedad.
Una de las armas que juegan a favor de la conversión de Scott y Kimberly Hahn es su profundo conocimiento y amor a la Sagrada Escritura. Al fin, marido y mujer relatan en Roma, dulce hogar su travesía hacia Dios de una forma salvajemente sincera, muy americana, y plagada de golpes de buen humor.
Del clero anglicano a la fe católica pasó Ronald Knox, bajo la directa influencia de Chesterton. Después dedicó varios años de su vida a explicar la fe católica, como capellán católico en la Universidad de Oxford. De esta experiencia surge una de sus obras más importantes, El torrente oculto, en la que responde a los grandes interrogantes de la fe y la religión, con un estilo ameno salpicado de exquisito humor británico.
Dejarse seducirEn el terreno filosófico son muchos los autores que podríamos incluir, empezando por el más grande de todos los contemporáneos, el propio Benedicto XVI. Sin embargo, en este decálogo de oportunidades espirituales, hemos optado por detenernos en la obra filosófica del escritor José Ramón Ayllón. De él bastaría con recomendar su primer libro, En torno al hombre, un célebre ensayo que predispone al lector a pensar, a enfrentarse a la verdad. Puede que no enseñe a nadie el camino que ha de recorrer hacia Dios, pero le plantea las dudas a las que debe agarrarse para avanzar en ese conocimiento.
Dejarse seducirEn el terreno filosófico son muchos los autores que podríamos incluir, empezando por el más grande de todos los contemporáneos, el propio Benedicto XVI. Sin embargo, en este decálogo de oportunidades espirituales, hemos optado por detenernos en la obra filosófica del escritor José Ramón Ayllón. De él bastaría con recomendar su primer libro, En torno al hombre, un célebre ensayo que predispone al lector a pensar, a enfrentarse a la verdad. Puede que no enseñe a nadie el camino que ha de recorrer hacia Dios, pero le plantea las dudas a las que debe agarrarse para avanzar en ese conocimiento.
Sería En torno al hombre el libro elegido de Ayllón para la ocasión si no hubiera escrito recientemente uno mucho más breve y sencillo, y también más apropiado para esta selección: Diez ateos cambian de autobús. “Cuando en Madrid y Barcelona aparecieron autobuses anunciando que probablemente Dios no existe”, recuerda el autor, “se me ocurrió mostrar la trayectoria contraria de diez famosos, que pasaron del ateísmo al cristianismo”. Y así, reunió en relatos muy breves las conversiones de Dostoyevski, C. S. Lewis, André Frossard, Edith Stein, Vittorio Messori y Francis Collins, entre otros.
En lo que a espiritualidad y cercanía de Dios se refiere, el monje cisterciense, historiador y escritor Agustín Altisent resulta un asidero esencial para quienes caminan buscando a Dios en medio del ruido de la vida moderna. Fallecido en 2004, firmó durante años artículos de pensamiento y espiritualidad en el diario La Vanguardia. Una mirada del mundo a través de los ojos de Dios, que ha quedado reflejada en la obra Reflexiones de un monje, que se presenta como “ciento treinta y tres reflexiones que suponen una invitación a dejarse seducir cada día por el milagro de la existencia”.
En la conclusión de este decálogo -que podría extenderse-, resulta imprescindible mencionar los libros escritor André Frossard, hijo de quien fue secretario general del Partido Comunista francés. Y en particular Dios existe, yo me lo encontré, que recoge el momento de su conversión inesperada y fortuita. “Habiendo entrado, a las cinco y diez de la tarde, en una capilla del Barrio Latino en busca de un amigo”, escribe Frossard, “salí a las cinco y cuarto en compañía de una amistad que no era de la tierra”. “Habiendo entrado allí escéptico y ateo de extrema izquierda”, añade, “y aún más que escéptico y todavía más que ateo, indiferente y ocupado en cosas muy distintas a un Dios que ni siquiera tenía intención de negar, volví a salir, algunos minutos más tarde, católico, apostólico, romano, llevado, alzado, recogido y arrollado por la ola de una alegría inagotable”.
Comentarios
Publicar un comentario