The Unending Rose


A los quinientos años de la Hégira


Persia miró desde sus alminares

la invasión de las lanzas del desierto

y Attar de Nishapur miró una rosa

y le dijo con tácita palabra

como el que piensa, no como el que reza:

Tu vaga esfera está en mi mano. El tiempo

nos encorva a los dos y nos ignora

en esta tarde de un jardín perdido.

Tu leve peso es húmedo en el aire.

La incesante pleamar de tu fragancia

sube a mi vieja cara que declina

pero te sé más lejos que aquel niño

que te entrevió en las láminas de un sueño

o aquí en este jardín, una mañana.

La blancura del sol puede ser tuya

o el oro de la luna o la bermeja

firmeza de la espada en la victoria.

Soy ciego y nada sé, pero preveo

que son más los caminos. Cada cosa

es infinitas cosas. Eres música,

firmamentos, palacios, ríos, ángeles,

rosa profunda, ilimitada, íntima,

que el Señor mostrará a mis ojos muertos.





Five hundred years in the wake of the Hegira,

Persia looked down from its minarets

on the invasion of the desert lances,

and Attar of Nishapur gazed on a rose,

addressing it in words which had no sound,

as one who thinks rather than one who prays:

‘Your fragile globe is in my hand; and time

is bending both of us, both unaware,

this afternoon, in a forgotten garden.

Your brittle shape is humid in the air.

The steady, tidal fullness of your fragrance

rises up to my old, declining face.

But I know you far longer than that child

who glimpsed you in the layers of a dream

or here, in this garden, once upon a morning.

The whiteness of the sun may well be yours

or the moon’s gold, or else the crimson stain

on the hard sword-edge in the victory.

I am blind and I know nothing, but I see

there are more ways to go; and everything

is an infinity of things. You, you are music,

rivers, firmaments, palaces and angels,

O endless rose, intimate, without limit,

which the Lord will finally show to my dead eyes.

Jorge Luis Borges

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