Cartas sin retorno.

Carta a la mujer africana en su esencia.


Hoy necesito verte de nuevo, necesito encontrarme con tigo, volver a los orígenes para encontrar la originalidad, preciso contemplarte en tu calmada tranquilidad, volver la vista atrás para saber quien eres, recordar tu memoria silenciosa y discreta, presente y ausente a la vez, sé que tu fuerza es capaz de transportarme al interior de mis momentos de anhelo, para alcanzar aquello que tú tan preciadamente sabes guardar como el tesoro más valioso heredado de los dioses. No posees nada, sin embargo lo contienes todo, todo lo que nosotros deseamos conseguir y que perdimos a través de los engaños de lo fantástico.
Te recuerdo mujer sabia de los silencios, rica en recuerdos que ancla su vida a la poca tierra fértil que la inspira en un alo misterioso de encanto. Tus actos y tu incesante trabajo alimentan a tu familia, en tus ojos reflejas el sentido del mayor respeto y transparencia, pues en tu humildad y labor cultivas mansamente lo que nosotros buscamos tan desesperadamente en la noche tumultuosa. (Tu mundo interior)
Mujer que solo necesita alimentarse de su fe, pues contiene en ella el amor que vuelca sin buscar la distinción o enaltecimiento porque sabe que la recompensa es ella. Simplemente sencilla, adornada con esmero para hacer brillar su belleza, mujer africana, piel morena, fuerte y descalza, tatuada en el corazón con el ritmo de la danza, mágica y misteriosa como lo es el hábitat.

¿Recuerdas?…. Cuanto me gustaría volver a contemplar con tigo el atardecer de África.- Recreo tu sonrisa sincera que devuelve mi futuro, el que no encontraba porque estaba atrapado tras una compacta armadura de confusión y desconcierto.
Desde ese momento, las dos nos convertimos en cómplices de una memoria, de un momento, que izo que el orden volviera a asomarse tímidamente, y pasamos a convertirnos en fuego, agua, tierra y viento lanzado en el horizonte de los recuerdos, recuerdos que hacen sonar los tambores de los ancestros para despertar las consciencias en búsqueda de lo divino.
Aquí el ritmo de la ciudad es en ocasiones absurdo y desordenado, con prisas a la búsqueda de no se el qué. Pero es así. Cuando tenemos que dar, retenemos, cuando necesitamos confiar, nos acorazamos, y en lugar de entregarnos al aire, apagamos cada vez más nuestra luz.
Por eso te has convertido en el bálsamo para mi vida .¡Vuelvo a mirarte a los ojos y se responden mis porqués! Y tú sin saberlo me has ofrecido el don más preciado, tú me has abierto los ojos en la oscuridad de la noche, me has conmovido y sobre todo me has recordado que en tí existo y en mí existes, y cuando miremos al cielo nos encontraremos en ese punto que solo tú y yo conocemos, tú me sueñas y yo a tí cuando el tiempo se vuelve pausado. Y nos acercamos y nos miramos, y sonreímos y bailamos. La distancia nos separa, y el mundo interior nos acerca, nos encuentra.



Luhema

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