Suma tu dicha, resta tu dolor, multiplica tu alegría, pero no dividas tu amor

Para millares de personas, el verdadero sendero de la vida es algo que está aún por descubrir, porque vivir no es sólo estar en el mundo. Vivir es mucho más que eso.
No cabe duda que estar es algo primordial, pero ello no basta si es que queremos disfrutar plenamente de la vida. Por tanto, hemos de intentar encontrarnos a nosotros mismos, o dicho de forma más sencilla, hemos de obligarnos a descubrir nuestro propio ser. Ello significa saber por qué y para qué estamos en el mundo, pues una vez hayamos obtenido la respuesta a esas preguntas, sabremos reconocer y admitir nuestros errores y, por consiguiente, los del resto de la sociedad.
Vivir es ser y estar como ya he dicho anteriormente, pero para hacerlo honestamente es imprescindible ir por el camino de la verdad. Este es difícil de hallar, aunque no imposible.



El susodicho camino consta de todo tipo de valores, ya sean humanos, espirituales o morales. Entre ellos están la sinceridad, la bondad, la alegría, la amabilidad, la solidaridad, el perdón, la serenidad, la igualdad, la sensibilidad y, por supuesto, el amor, que es el más sublime de los valores.
Si queremos vivir de verdad, hemos de pararnos a meditar a menudo sobre nosotros mismos, con el propósito de obtener resultados positivos día tras día y no, por el contrario, quedar estancados en ese otro mundo, siempre regido por la ambición y por el éxito, el cual nos conducirá tarde o temprano a la insatisfacción.
El auténtico vivir es saber disfrutar de las cosas sencillas, como puede ser el canto de un pájaro, el murmullo de las olas del mar, la sonrisa natural o el amor a los demás. Algunos dirán que el trabajo también aporta vida al ser humano y estoy de acuerdo, pero eso es insuficiente, sobre todo si nos basamos en que una gran mayoría de la sociedad no desempeña esa labor vocacionalmente. Por otra parte, el trabajo, más que vida, nos ofrece, a nivel personal, ocupación y dinero y, socialmente hablando, avance. Pero ello es algo primordial, puesto que en caso contrario no existiría el mundo.
En síntesis, la vida se podría definir como un compendio de valores auténticos que todo ser humano tiene en su interior; en algunos casos, estos son naturales, y en otros adquiridos a través de la educación recibida o mediante la voluntad que uno ponga en ello. Por eso, si no los has descubierto aún, apresúrate y búscalos en ti. Lo conseguirás si te detienes todos los días un instante a reflexionar sobre quién eres y quién deberías y querrías ser.

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