Las pirámides


La gigantesca forma triangular de las pirámides se alza sobre el horizonte del desierto egipcio desde hace el doble de tiempo que la civilización cristiana. Eso es para que os deis cuenta de lo viejas que son. Fijaos que cuando nació Jesucristo las pirámides tenían ya más de dos mil años de antigüedad.




De modo que resulta lógico que todo el mundo las conozca y sepa cómo son; sin embargo, no todos saben por qué tuvieron que construirlas tan altas y grandes y, menos aún, con esa forma tan peculiar. Lo de la altura es fácil de comprender y lo de la forma un poquito menos, pero sólo un poquito ¡no os vayáis a creer!


Empecemos por el principio y para eso tenemos que mirar al cielo cuando es de noche. Si buscamos la Estrella Polar (ya sabéis, a cuatro veces la distancia de la parte baja de la Osa Menor hacia la derecha) vemos que a su alrededor hay un grupo de estrellas que no desaparecen del firmamento durante toda la noche. Se llaman estrellas circumpolares. No os asustéis de la palabreja, en realidad quiere decir “estrellas que se encuentran alrededor del polo”. Bueno, pues como a los egipcios les gustaba mirar el cielo y estudiarlo, resulta que se les ocurrió la idea de que, cuando moría, el espíritu del faraón subía al cielo y se convertía en una de esas estrellas. ¡Muy listos! Así el alma del faraón existiría para siempre. Esta es la primera pista para resolver nuestro acertijo sobre la forma de las tumbas reales egipcias.

Evidentemente, si querían que el alma del faraón llegara al cielo, lo mejor que podían hacer era ¡construirle una escalera! De modo que entre el arquitecto Imhotep y el faraón Djoser se inventaron las pirámides escalonadas. Sin embargo, ese tipo de edificios se construyó sólo durante la III Dinastía. No es que los faraones de las dinastías posteriores ya no quisieran subir al cielo ¡claro que querían! Lo que pasa es que preferían hacerlo de otro modo, un poco más sofisticado.


Los nuevos faraones consideraron que el dios más importante era Ra y pensaron que resultaría más sencillo y “chulo” subir al cielo utilizando uno de sus rayos como medio de transporte. El problema era qué forma darle a ese rayo de luz porque, ¿cómo son los rayos? Ahora veréis dónde se inspiraron los egipcios.



En Egipto las nubes no son algo muy habitual; pero, de vez en cuando, el cielo se cubre y oculta el brillo de Ra. No por mucho tiempo, es cierto, puesto que casi en seguida un rayo de luz atraviesa las nubes y Ra ilumina de nuevo la tierra. ¿Os habéis fijado alguna vez qué forma tiene ese rayo de luz que atraviesa una nube? ¡Claro que sí! Parece un triángulo. Es la siguiente pista de nuestro pequeño misterio. Sí, ya sé lo que estáis pensando, los triángulos de luz son planos y las pirámides tienen cuatro lados. ¿Os creéis muy listos, verdad? Je, je, pues sabed que esa respuesta me la sé, ya veréis como es muy sencilla y en cuanto os la cuente diréis: ¡Claro, si es lógico!

Veréis, hace miles de años cayó en el desierto egipcio un meteorito que chocó contra la tierra y que los sacerdotes egipcios recogieron y adoraron como si fuera un objeto procedente del propio dios sol. A ese meteorito, que tenía forma de cono (como un cucurucho puesto del revés) le pusieron el nombre de piedra Benben. Los egipcios creían que era un objeto cargado con mucha magia, por lo que lo adoraban en el templo de Ra, situado en Heliópolis. Ya tenemos la tercera pista del acertijo. Veamos otra.



La siguiente pista la encontramos en el modo tan peculiar que tenían los egipcios de hacer esculturas, que son como un poco cuadradas. El motivo es que a los egipcios las hacían para que se vieran sólo desde los lados, desde delante o desde detrás, de modo que no tenían que ser tan redonditas como las nuestras. Para hacerlas dibujaban en cada lado del bloque el dibujo de cada uno de sus lados: de frente, de perfil y de espalda, y luego iban quitando trozos de piedra hasta terminarla. Tranquilos, ya sé que se empieza a hacer pesado, pero nos estamos acercando al final del misterio. Sólo una cosita más y ya estamos.



A ver ¿cómo andaban los egipcios? De lado, evidentemente; bueno, al menos eso parece por sus dibujos. No creáis que es que no sabían dibujar mejor, simplemente es que les gustaba representar así a las cosas. Y es que su sistema les permitía dibujarlas a su modo, es decir, ofreciendo a la persona que las ve las partes más importantes del objeto, aunque una esté delante y la otra detrás. Es como en los cuadros de Picasso, en los que se puede ver a una señora de perfil, pero que tiene dibujada en la cara las dos orejas y los dos ojos, aunque todos sabemos que sólo se ve uno de cada. ¿Os imagináis ahora cómo dibujaban los egipcios un cono (ya sabéis la piedra Benben)? Exactamente, como un sencillo triángulo. Y ¿qué pasaba cuando dibujaban esa representación de un cono en las cuatro paredes de un bloque de piedra para hacer una escultura de la piedra Beben? pues que al final acababan esculpiendo una pequeña pirámide: cuatro triángulos. Es la clave que nos faltaba. Ahora tenemos todas las piezas para poder resolver el acertijo de por qué las tumbas reales tienen forma de pirámide.

Veamos:

- tienen que ser altas

- sirven para subir al cielo en un rayo de sol triangular

- la piedra solar Benben que tiene forma de cono

- los egipcios dibujan los conos como si fueran triángulos

- los egipcios hacían las estatuas un poco cuadradas.



¿Qué nos da todo esto (además de dolor de cabeza de tanto pensar, claro)? Estoy seguro de que ya lo habéis adivinado, pero la respuesta al enigma de por qué las tumbas de los faraones tienen forma de pirámide es porque representan a un rayo de sol petrificado (de ahí la forma triangular de sus caras) utilizado por el alma del faraón para subir al cielo (de ahí que sean tan altas) y que, además, es una escultura gigante de la piedra Benben (de ahí la forma de pirámide).

José Miguel Parra Ortiz

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